Monedas digitales de bancos centrales (CBDCs)
Evento virtual organizado por el Fondo Latinoamericano de Reservas – FLAR, como parte de sus internacionalmente reconocidas series de Cartagena Talks.
No es una exageración afirmar que, por estos días, la prensa económica en las más diversas latitudes lleva al menos una noticia relacionada con las criptomonedas en cada edición. Este fue, precisamente, el objeto de la más reciente sesión de “Cartagena Talks” que organiza periódicamente el Fondo Latinoamericano de Reservas – FLAR, un acuerdo financiero regional, que contribuye al bienestar de América Latina y el Caribe, promoviendo la estabilidad macroeconómica y financiera de la región.
Uno de los puntos que más despierta atención es el creciente interés de los bancos centrales en una opción que va mucho más allá de un desafío tecnológico y que tiene múltiples connotaciones.
En la presente ocasión, los asistentes al debate virtual, organizado por el FLAR, escucharon los planteamientos de dos verdaderos conocedores. Dicho calificativo describe a John Kiff, quien viene de dejar su cargo como experto financiero senior del Fondo Monetario Internacional, al igual que a Chi Lo, estratega senior en la sección de administración de activos del banco BNP Paribas.
Las presentaciones giraron en torno a un solo tópico: monedas digitales de los bancos centrales, más conocidas como CBDC por su acrónimo en inglés. Aunque hay varias modalidades de lo que se trataba era de examinar su versión “al detal”, es decir aquellas dirigidas al público en general.
Como bien lo mencionó Kiff, esta última es la “representación digital de una moneda existente”. Por lo tanto, cuenta con el respaldo de una autoridad monetaria y es asequible a todos los ciudadanos. Dada la evolución reciente del mecanismo, todavía persiste la inquietud sobre si se puede usar para transacciones entre personas y la manera de hacerlo.
Mientras esas dudas se resuelven, no hay duda de que en los cinco continentes se está examinando el tema. El exfuncionario del FMI comenta que en 2018 comenzó a seguirles la pista a una decena de países que mostraban interés en la que en ese momento era todavía una opción nueva. Ahora, el número de naciones que han hecho avances e incluso lanzado pilotos, asciende al 50%.
Hay casos como Bahamas que ya lanzó su “Sand Dollar”, mientras que Jamaica lo hará este mes. Para no salir del hemisferio, tanto Uruguay como Ecuador completaron sus ensayos con comercios y gente de carne y hueso. En otros lugares, China, Canadá o Rusia, han dado pasos en la misma dirección.
Los argumentos en favor de la digitalización pasan por reducir el costo de manejar billetes físicos. Otros se interesan por el acceso a los datos y las eventuales ganancias en eficiencia, aparte de la posibilidad de disminuir el valor de las comisiones, como ocurre en aquellos lugares que reciben remesas de sus nacionales en el exterior.
Para sus promotores, el atractivo de un sistema digital de este tipo es que disminuiría los precios de transacción y aumentaría la eficiencia en el uso del dinero. Si se dejan las puertas plenamente abiertas, está el peligro de que los bancos comerciales se queden sin fondos y el sistema de intermediación conocido desde hace 18 siglos deje de ser viable. Al respecto, Kiff señala que hay opciones para limitar ciertas consecuencias.
Adicionalmente, los economistas mencionan que la política monetaria podría volverse inefectiva y que eventualmente, sobre todo si el costo de conversión es cercano a cero, en la práctica el público podría inclinarse por pasarse a divisas. En términos concretos, ello equivaldría a una dolarización por la puerta de atrás, lo cual afectaría las medidas que tomen las autoridades.
Todo dependerá, por supuesto, del diseño específico que se escoja. Las opciones son amplias, pero deben tener en cuenta puntos como la posibilidad de reconocer intereses sobre los depósitos o lo relacionado con privacidad y transparencia. En resumen, es obligatorio considerar riesgos operacionales, financieros y de política o estrategia.
En respuesta, quien quiera examinar ejemplos sobre el terreno bien puede mirar lo ocurrido en China con el Renminbi digital, en donde se llevó a cabo un experimento a gran escala en 2020. Allí, el Banco de la República Popular usó intermediarios en la banca comercial para distribuir la moneda electrónica, tanto a millones usuarios particulares como a las empresas. Cada unidad virtual debía tener como respaldo una tradicional.
En último término, surge algo relacionado con la geopolítica. Para Chi Lo, el experto de BNP Paribas, de lo que se trata es de disminuir los riesgos para China, en caso de que la confrontación con Estados Unidos siga aumentando de tamaño.
Por un lado, se busca expandir la red que, entre otras, les permite a los millones de turistas provenientes de la nación más populosa del mundo hacer sus gastos usando plataformas como Alipay. De otra parte, es probable que la estrategia derive en un mundo tripolar: una zona en donde prime el dólar, otra el euro y otra el yuan, algo que podría pasar en unos 25 años.
Por su lado, el moderador del evento, organizado por el FLAR, Miguel Musa, head of Techlological Observatory and TechLab, del Banco Central de Chile, indicó que durante algún tiempo las criptomonedas o monedas digitales han tenido relevancia en los bancos centrales, como en el sector privado y público -en general-, pero ha sido claro que la pandemia ha sido una catalizadora para su aceleración y aumento de los trabajos de investigación sobre las mismas.
Incluso si algo tan radical no sucede, otras amenazas para los bancos comerciales son evidentes. Chi Lo habla de la eventual desaparición de los bancos corresponsales y el final de comisiones de transferencia por enviar dinero de un país a otro. Kiff subraya que existen CBDC “sintéticos” que eliminan a los intermediarios y se expresan en las plataformas de pago que nacieron con las aplicaciones.
En conclusión, se puede hablar de que hay una revolución silenciosa en marcha. A pesar de que el desenlace es incierto, lo que viene apunta a una transformación de tal tamaño que, así nazca en el mundo digital, afectará la vida real de buena parte de los habitantes de este planeta. Y, según los expertos convocados por el FLAR, América Latina no será ajena a esa tendencia.