Economía

Las stablecoins viven un auge en América Latina

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La adopción de stablecoins en la región está impulsada por la necesidad de soluciones de pago transfronterizas eficientes, especialmente en países como México, donde podrían impactar el mercado de remesas.

El mercado de criptomonedas en América Latina experimenta un crecimiento significativo, impulsado en gran medida por el auge de las stablecoins. Estas monedas digitales, que mantienen un valor fijo en relación con una moneda fiduciaria, como el dólar estadounidense, están ganando protagonismo en la región debido a su capacidad para mitigar la volatilidad y facilitar transacciones transfronterizas.

¿Qué son las stablecoins?

Las stablecoins son un tipo de criptomoneda diseñada para mantener un valor constante frente a una moneda fiduciaria. A diferencia de Bitcoin o Ethereum, cuyos valores pueden fluctuar dramáticamente, las stablecoins están respaldadas por activos como el dólar, lo que les permite mantener un precio estable.

Manuel Beaudroit, cofundador y director ejecutivo de la billetera digital Belo, explica que las stablecoins ofrecen una forma de mover valor en el blockchain sin la volatilidad que caracteriza a otras criptomonedas. Según Beaudroit, «una moneda estable lo que hace es tener el valor fijado contra una moneda como el dólar», lo que permite transacciones seguras y estables.

Existen dos enfoques principales para la emisión de stablecoins: centralizado y descentralizado. Empresas como Circle y Tether emiten stablecoins como USDC y USDT, respectivamente, que están respaldadas por depósitos en dólares en cuentas bancarias. Por cada dólar depositado, se emite una stablecoin correspondiente. Este proceso garantiza que cada stablecoin esté respaldada por un activo tangible, lo que le da estabilidad.

Por otro lado, los protocolos descentralizados emiten stablecoins basadas en garantías de criptomonedas como Ethereum. En estos sistemas, los usuarios bloquean un valor en criptomonedas para recibir un porcentaje de ese valor en stablecoins, asegurando que siempre haya suficiente respaldo para las monedas emitidas. Beaudroit detalla que estos mecanismos buscan «asegurarse de que está todo el colateral que hace falta para respaldar justamente la emisión de esas monedas estables».

Demanda de stablecoins en América Latina

La demanda de stablecoins en América Latina ha aumentado drásticamente en los últimos años, con Brasil y Argentina a la cabeza. Según un informe reciente de la plataforma de análisis Kaiko, las stablecoins representan el 63% de los pares de trading más negociados en la región, superando a criptomonedas como Bitcoin y XRP.

Un factor clave que impulsa la adopción de stablecoins en América Latina es la necesidad de soluciones de pago transfronterizas eficientes y de bajo costo. Las remesas juegan un papel crucial en muchas economías latinoamericanas, y las stablecoins ofrecen una alternativa viable a los sistemas bancarios tradicionales, reduciendo costos de transacción y aumentando la velocidad y transparencia de las transferencias.

En México, las stablecoins podrían revolucionar el mercado de remesas, que es uno de los corredores más grandes del mundo, al hacer que el envío de dinero desde el extranjero sea más rápido y barato. Beaudroit enfatiza que «el beneficio para lo que es remesas es gigantesco en México», ya que las stablecoins tienen el potencial de reducir los costos de transferencia casi a cero.

El caso de Luna

El colapso de UST, la stablecoin del proyecto Luna, en 2022, sirve como un recordatorio de los riesgos asociados con la innovación en el espacio de las criptomonedas.

El fracaso de Luna fue un experimento fallido de una stablecoin algorítmica que perdió su paridad con el dólar debido a una combinación de incentivos insostenibles y una presión vendedora masiva. Manuel Beaudroit destaca que, aunque las stablecoins son una tecnología prometedora, es esencial que los usuarios comprendan los riesgos y no inviertan más de lo que pueden permitirse perder. Beaudroit reflexiona sobre la experiencia, señalando que «cuando hay un proceso de innovación disruptiva… hay una cuota de riesgo alta».

Ana

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